La afición a las setas gana adeptos y seguidores día tras día, convirtiendo el mundo de la micología en el motor socio-económico más potente de algunas zonas del territorio, que ven llegar junto a las lluvias de otoño nubes cargadas de recolectores apasionados. En muchos casos, se trata de personas que recorren centenares de quilómetros en busca de las setas más preciadas y exquisitas, algunas por diversión y otras por negocio, dando forma a una nueva modalidad turística que algunos han bautizado con el nombre de micoturismo. De hecho, no es más que un turismo de naturaleza, una variante del ecoturismo, que tiene en la recolección y degustación de setas su principal objetivo y disfrute.
Un incremento del interés micológico tan elevado, a su vez, debe complementarse con herramientas útiles y prácticas que faciliten el conocimiento y la descubierta de tan rica y diversa vertiente de la biología. Durante la última década han sido muchas las personas con iniciativa que han ido promoviendo actividades y proyectos con el fin de canalizar esta creciente demanda de informaciones y servicios. Cabe destacar, por ejemplo, el ambicioso proyecto de sostenibilidad Life-micoValdorba, que ha revalorizado la actividad setera en la comarca navarra de la Valdorba, la apuesta por la gastronomía micológica que se deja ver en toda Castilla y León, o la rebosante agenda de actividades otoñales que se observa en Cataluña, Aragón o Andalucía, entre otras provincias. En esta línea se sitúan todos los proyectos que he ido promoviendo en los últimos años, con vocación de servicio al gran público interesado y añadiendo un valor añadido a la descubierta. Libros con las mejores rutas para encontrar las mejores setas, conferencias, salidas guiadas al monte… Lo que sea para poder ofrecer un nuevo punto de vista que llegue a todos. Y si publicando jugosas informaciones, escritas por una persona que lleva muchos años de contacto directo con la naturaleza, se llega a buen puerto, pues adelante. Mis libros, al fin y con humildad, pretenden ser una bocanada de aire fresco, un confidente de papel y tinta en medio del extenso catálogo de interesantes publicaciones sobre setas que podemos encontrar en las librerías de nuestro país.
Cuando vamos a por setas investigamos, exploramos, aprendemos, descubrimos, llenamos nuestra mochila de conocimiento y experiencia pero, sobretodo, nos nutrimos del valor emocional y sanador que se respira bajo los árboles de un húmedo bosque o entre la hierba de un fresco y balsámico pastizal. Olores, colores y sensaciones que dejan huellas de vida reconfortante en nuestro interior, y nos ayudan a recordar que existe otro mundo más allá de las preocupaciones que nos invaden a diario.
Asimismo, el valor de la pedagogía es crucial en un universo lleno de matices y conocimiento por descubrir. Salir al monte a buscar setas sin unas nociones básicas de vegetación, suelos y ecología del entorno es como lanzarnos de cabeza a una piscina vacía. Conviene nutrirnos, pues, de algunos conocimientos esenciales que nos permitan entender mejor el lenguaje del bosque y, al mismo tiempo, nos faciliten la tarea de encontrar las casi siempre camufladas setas.
La vegetación es muy importante porque no sólo determina las setas que encontramos en un hábitat concreto (por ejemplo, un pino silvestre que se relaciona con un níscalo). La presencia de algunas hierbas y arbustos nos permite descifrar, entre otras cosas, el tipo de terreno sobre el que estamos paseando (por ejemplo, si vemos matorrales de biércol –Calluna vulgaris- querrá decir que el terreno es ácido). Ciertamente, las plantas pueden ser nuestras confidentes durante los paseos micológicos, y los suelos serán el elemento condicionante. De todo esto y mucho más hablaremos si nos encontramos por el monte. Hasta entonces, lluvia, suerte y setas. ¡Sobretodo, setas en la cocina!