El alimento “todo terreno”
Es el alimento ancestral y tropical más de moda ya que ha entrado en nuestra sociedad occidental con la fuerza de un tsunami. Hasta hace pocos años estaba vetado, se creía que engordaba, que aumentaba el colesterol, y hoy se sabe que es prácticamente lo contrario, un alimento que nos ofrece muchos beneficios terapéuticos y encima es un manjar! En la cocina asiática y del trópico ya utilizan tradicionalmente la leche y la crema de coco en muchos de sus platos y ahora somos los occidentales los que estamos adaptándolo a nuestra gastronomía y también a nuestras terapias de salud.
De este maravilloso fruto se aprovecha prácticamente todo, os lo contamos.
Agua de coco: es el líquido que se halla en el interior del coco; por su contenido nutricional y su composición química se le considera una bebida isotónica, un “suero rehidratante natural”. Cuando más joven el fruto, más dulce y rico en nutrientes. Algunos países europeos y la FAO, promueven su consumo como “bebida deportiva natural” que compite exitosamente con sus similares obtenidos mediante procesos químicos.
Leche de coco: es el resultado de triturar la pulpa de coco fresco (el verde, joven, es el mejor) con agua y luego colada. La podemos hacer en casa fácilmente y utilizarla para bebidas nutritivas o para reemplazar leche de vaca en postres u otros preparados. Si no tenemos tiempo para prepararla fresca también la tenemos disponible en polvo, sólo hay que añadir agua para re-hidratarla.
Harina de coco: es la pulpa convertida en polvo fino que podemos utilizar en pastelería y panadería. Los que se cuidan de comer carbohidratos (personas diabéticas, dieta paleo, algunos deportistas) encuentran en la harina de coco un ingrediente indispensable para sus platos. Sobre todo para hacer un pan (como el que ponemos en la receta) que sustituya al clásico de harina de trigo.
Aceite de coco: es la estrella en lo que a parte terapéutica se refiere. Dice el dr Mercola en su libro «Total Health Program» que en países tropicales siempre han venerado al coco por sus propiedades preventivas y curativas de enfermedades, y ello gracias al ácido láurico, un probado agente antivírico, antibacteriano y antihongos. Si bien el coco contiene niveles altos de grasa saturada, es una grasa necesaria para una nutrición óptima, contrariamente a la creencia popular. Hay tres tipos diferentes de grasas saturadas, y los cocos contienen el tipo más sano: los ácidos grasos de cadena media que ayudan realmente a perder peso. Esto es posible porque no se almacena en las células como otras grasas sino que el cuerpo lo utiliza inmediatamente para producir energía. Gracias a esta rápida y fácil absorción se aligera la carga de trabajo del páncreas, el hígado y el sistema digestivo y el aceite de coco «acelera» el metabolismo, lo que se traduce en pérdida de peso y aumento de energía y vitalidad.
Manteca de coco: la diferencia entre el aceite de coco y la manteca es la misma que habría entre el aceite de sésamo y el tahine, es decir que mientras que en el primero se “exprime” el fruto para obtener su aceite, en el segundo se trata de triturar el fruto entero sin descartar nada. Se puede utilizar para untar, o en pastelería como la mantequilla láctea.
Carbón activado de coco: son las cenizas de la cáscara del coco, que tienen una gran capacidad de absorción de toxinas. Se prescribe como ayuda digestiva en casos de hinchazón abdominal y gases o cuando se quiere hacer una buena limpieza orgánica (ayuda a eliminar metales pesados, residuos de mala alimentación, medicamentos, tabaquismo, etc)