Un mundo nuevo
Hablar de la alimentación cruda es para mí un placer, pero también una responsabilidad. ¿Por qué? Porque aunque haya tendencias que nos dicen qué comer y cómo, hay que tomar decisiones. Y no deja de ser una aventura. Al menos lo ha sido para mí.
¿Cómo puede ser una aventura la alimentación?, me preguntaréis. Pues porque en mi caso implicó un viaje a lo desconocido. Empecé sin conocimiento alguno, de un día para otro, con la voluntad de mejorar mi salud. Qué atrevimiento, diréis. Puede que sí, pero para mi fue más bien un reto.
¿Y qué pasó? Pues fue algo maravilloso. Noté desde el principio que mi cuerpo ganaba vitalidad, mi mente estaba más despierta y me sentía más ágil. Como consecuencia, recuperé la alegría por la vida. ¿Era magia? No, era la pura realidad.
Como los primeros pasos los había guiado la intuición, con el tiempo, busqué ampliar mis conocimientos. Fue entonces, cuando tuve acceso a más información, que empezaron las dudas. Me angustiaba no saber qué tenía que comer. Muchos decían que la base de esta alimentación era comer vegetales verdes. ¿Cómo podía ser si a mí no me apetecían? Daba igual. Ignoré mis gustos. Lamentablemente, mi cuerpo empezó a resentirse. Ya no tenía aquella alegría ni vitalidad y, además, surgieron pequeñas molestias físicas.
Motivada por encontrar una solución, seguí buscando, pero cada vez todo era más confuso. Me enteré que las frutas no pueden mezclarse con las verduras. También leí que en la comida cruda se abusa de las grasas. ¿Qué grasas?, pensé. Y, lo mejor: que las frutas dañan el páncreas y el hígado. ¿Cómo podía ser? Incluso algunos decían que podías hacer batidos combinando vegetales verdes con frutas. Pensé que por fin comería vegetales verdes. Por desgracia, la alegría me duró poco, ya que había otros expertos que lo desaconsejaban.
Tanta información resonaba como un martilleo en mi cabeza, Recibía instrucciones sin entender. Sí, sin entender. Aunque todas las opciones tuvieran su base y su fundamento científico, algunas eran contradictorias. La alimentación dejó de ser una aventura para convertirse en un laberinto. El deseo de encontrarme mejor y vivir una vida más saludable me habían llevado hasta este punto. Me di cuenta que ya de inicio, había traicionado el primer consejo: yo había hecho la transición a la alimentación cruda de una manera un tanto radical, de un día para otro.
A pesar de la confusión, experimenté con cada una de las propuestas, consejos y teorías que encontraba con las consiguientes fluctuaciones de salud. Pero yo seguía. Fueron momentos duros, ya que no acababa de ver nada claro.
¿Y qué pasó? Que empecé a observar y a entender que el cambio de alimentación que pretendía hacer significaba limpiar, ordenar, nutrir, regenerar y amar a esa estructura que llamamos cuerpo. Entendí que la alimentación es algo muy personal. No se trataba de encontrar una dieta, sino de entender qué alimentos se adaptan mejor a tu cuerpo.
Entonces se me ocurrió imaginarme el proceso de alimentarnos como si se tratara de limpiar una casa; la mía, claro.
1.- ¿Tenía que sacar el polvo, ya que quizá llevaba años sin hacerlo?
2.- ¿Era necesario mover los muebles para acceder a todos los rincones?
3.- ¿Necesitaba un poco de pintura?
4.- ¿Debía reparar las estructuras?, ¿estaban maltrechas?
5.- ¿Era importante sacarle brillo?
Comparar la alimentación como si se tratara de la limpieza y la rehabilitación de una casa, me pareció una idea práctica y acertada. Pero tenía que ponerme las pilas y ser constante. Así que empecé observando mi cuerpo, sin prisas ni exigencias, solo con el bálsamo del amor. ¿Quién no quiere que su casa esté en perfectas condiciones, verdad? Cada día me deparaba nuevas sorpresas, no siempre agradables.
Soy consciente de que los cambios no gustan. Esto me llevó a plantearme el reto con un divertimento y una alegría que aún sigo practicando. De esta manera me di cuenta que no solo hacía un cambio de alimentación, sino que era un nuevo estilo de vida: la alimentación cruda no era un objetivo en sí, sino saber que con ella estaba mejorando y cuidando mi más preciado bien: el cuerpo. Por fin tenía un criterio, un mapa… y pude descansar. Con el cambio de actitud me dispuse a vivir la alimentación no a vivir de ella.
A mi modo de ver, la alimentación cruda tiene todas las ventajas, no solo limpias, ordenas, nutres y regeneras al cuerpo físico, sino también tu estado mental y emocional. ¿Y las desventajas? Pues que dependes únicamente de ti. Se necesita el coraje para adentrarse a un mundo nuevo, lleno de detalles y matices. ¿Y que es, sino, la aventura?