Perteneciente a la familia de las aliáceas (como el ajo, el puerro o la cebolla), el cebollino (Allium schoenoprasum) es una planta perenne cuyos tallos finos y huecos son muy utilizados en cocina, ya sea en crudo o ligeramente cocinados.
Propiedades
Esta hierba aromática, originaria de los climas templados de Europa y de América del Norte, es muy rica en vitamina C, así como en carotenos, vitamina A y B, ácido fólico, potasio, calcio y hierro. Destaca su capacidad de estimular el apetito, favorece la digestión y tiene propiedades antisépticas.
En el mercado
Normalmente, el cebollino se consume fresco y podemos encontrarlo envasado en bolsitas de plástico en la zona de los refrigerados, junto a las ensaladas envasadas. La versión en polvo también está disponible en la mayoría de supermercados, aunque no ofrece las mismas características de aroma y sabor.
En la cocina
Los tallos de cebollino, de sabor muy parecido al de la cebolla blanca común (aunque más delicado), aportan aroma y sabor a todo tipo de ensaladas, guisos de carne y pescado, platos a base de patata, tortillas, caldos, sopas, cremas, aliños y salsas. Con sus tallos frescos también podemos elaborar aceites, sales, mantequillas y vinagres aromatizados. El queso y el cebollino maridan perfectamente.
Cómo se conserva
Al igual que el resto de hierbas aromáticas frescas, el cebollino tiene un período de conservación muy corto, de apenas tres días. Debe guardarse en el frigorífico y siempre en el interior de una bolsa de plástico para que conserve intactos su aroma, textura y sabor. También se puede congelar sin que afecte a su sabor.
¿Lo sabías?
En la Edad Media, el cebollino se utilizaba para curar la melancolía y para alejar los malos espíritus diabólicos.