El tamarindo (Tamarindus indica) es un árbol originario del este de África que puede alcanzar los 20 metros de altura y cuyo cultivo está muy extendido en Sudamérica y Sudeste Asiático. Su fruto tiene una característica morfología muy parecida a la del cacahuete. Se trata de una vaina rígida de color marrón, de entre 7 y 15 cm de largo por 2 cm de ancho. En su interior, muestra una pulpa blanda, fibrosa y pegajosa, de color marrón y sabor agridulce.
Propiedades.
Se trata de una fruta calórica (280 kcal por cada 100 g), rica en azúcares, carbohidratos, proteínas y fibra, así como en magnesio, fósforo, hierro, calcio, caroteno y vitamina C. El fruto de este árbol tiene propiedades depurativas, ya que ayuda a eliminar toxinas presentes en nuestro organismo y, combinada con agua y azúcar, su pulpa es un tradicional remedio contra el estreñimiento.
En la cocina.
La pulpa del tamarindo aporta su característico sabor agridulce a todo tipo de sopas, cremas, guisos de carne o pescado, así como en ensaladas, zumos refrescantes, helados o repostería. Para utilizarla debemos ponerla antes en remojo durante 10 o 15 minutos y a continuación separar las semillas con los dedos y pasarla por un colador.
Cómo se conserva.
El tamarindo es una de las frutas que más tiempo se conserva en el frigorífico (varios meses) siempre que no se abran sus vainas.
¿Lo sabías?
Por su elevado contenido en ácido tartárico (entre un 8 y un 12%), el tamarindo es una de las frutas más ácidas que se conocen.
En la India se utiliza el árbol de tamarindo como cortafuego debido a que bajo su sombra apenas crece la vegetación.
Su madera es muy apreciada en ebanistería. Una clara muestra es la espectacular barra elaborada con tamarindo que preside la entrada del restaurante Indochine Ly Leap, en Barcelona.